Cuando nace un niño, sus padres, le dirigen toda la energía, atención y cariño posible; los deseos, expectativas, y anhelos poco a poco se traducen en un niño que confía, que se siente amado, que lucha por lo que quiere y que sabe cuál es su lugar en el mundo. De alguna forma, el niño se convertirá en lo que piensan y esperan de él.
El entorno de los niños, influye directamente en su autoestima, en su concepción del mundo. Un niño amado, es un niño que podrá con todo y todo lo podrá.
Cuando nuestra directora, Claudia Guerrero, inició su formación Montessori en 1977, sus padres decidieron apoyarla y alentarla en ese nuevo camino. Muchos años después, decidió abrir su Centro de Entrenamiento y nuestra hermosa escuela, Montessori de Metepec. Al contarle sus planes a sus padres, se dio cuenta del gran apoyo que le brindaban; pues se involucraban, le preguntaban y se emocionaban junto con ella, como si de alguna manera, confiaran plenamente en ella y en sus ideales.
Su padre, Dr. José María Guerrero de la Vega, la escuchaba con atención y sin que ella supiera, él escribía pensamientos en los que narraba el gran entusiasmo por la Educación Montessori que Claudia le transmitía. Una vez fallecido, Claudia encontró esos escritos, y descubrió con enorme alegría, que su padre la comprendía y apoyaba más de lo que ella se imaginaba.
Dentro de esos escritos, se encontraba una hermosa frase, escrita por Armando Morales, estudiante de la primera generación de Guías Montessori de Claudia. La frase dice: «A ti que tienes las manos en el trabajo, los pies en la tierra y la mirada en el universo. Gracias por enseñarme el camino de regreso a la luz».
Esta historia, es el vivo ejemplo, de cómo los padres y educadores pueden acompañar a niñas y niños a convertirse en aquello que más sueñan por el simple hecho de confiar en ellos.